La libertad en el Sistema Económico

En un sistema de libre mercado, es nuestra libertad individual lo que impulsa la innovación y el crecimiento económico. El motor que mueve a la humanidad no es la imposición de políticas rígidas ni la intervención estatal, sino la capacidad de cada persona de elegir, de actuar según sus propios intereses y de aprovechar las oportunidades que se les presentan. Sin embargo, surge una pregunta: ¿hasta qué punto debe intervenir el Estado para garantizar que esa libertad no se convierta en un arma de doble filo?

La libertad económica es, sin lugar a dudas, un principio que sostiene que las personas logran más cuando se les permite tomar sus propias decisiones, en lugar de ser dirigidas. Cuando se confía en el ingenio y el esfuerzo individual, el resultado es un crecimiento constante y una prosperidad generalizada.

Sin embargo, vivimos en tiempos donde este ideal de libertad está bajo ataque. El intervencionismo estatal es un sistema utópico e imposible de llevar a cabo de manera efectiva. Aún así, hay que admitir que quienes lo defienden son personas muy astutas. Logran convencer a los ciudadanos de que, en estos sistemas, ellos son los que tienen el poder, que el gobierno actúa en su nombre, y que el pueblo es el principal beneficiario de las políticas que se imponen. Pero nada más lejos de la realidad.

Lo que realmente sucede es que este intervencionismo es una doctrina promovida por individuos arrogantes, que creen que pueden decidir mejor que las personas mismas lo que es bueno para ellas. Esta arrogancia, esta pretensión de superioridad moral e intelectual, es insultante. Nadie debería pretender saber mejor que un ciudadano libre cómo manejar su vida, sus medios y sus oportunidades.

Ejemplos del Libre Mercado

Tomemos como referencia a Estados Unidos, una nación que, aunque no exenta de problemas, ha priorizado la libertad económica. Un ejemplo reciente es su reforma fiscal de 2017, que redujo los impuestos, beneficiando tanto a las empresas como a los trabajadores. Este tipo de medidas muestra que cuando se da a los ciudadanos mayor control sobre sus recursos, el crecimiento económico no tarda en manifestarse.

Singapur, por su parte, ha demostrado que el libre mercado, gestionado con inteligencia, puede convertir a un pequeño estado en un gigante económico. La apertura a la inversión extranjera y las políticas que promueven el emprendimiento han catapultado a Singapur al éxito, transformando su economía en una de las más competitivas del mundo.

Suecia, en cambio, ha adoptado un modelo híbrido. Aunque combina un mercado libre con una fuerte red de protección social, ha logrado un equilibrio que asegura la prosperidad sin sacrificar la iniciativa privada. Los altos impuestos son el precio de su sistema, pero no han ahogado el impulso empresarial.

La Situación en España

En España, el escenario es muy distinto. Aquí, la intervención estatal en el mercado laboral ha generado una rigidez que estrangula la creación de empleo. A pesar de las reformas, la tasa de paro sigue siendo una de las más elevadas de Europa, especialmente entre los jóvenes. En lugar de liberar a las empresas para que puedan crear oportunidades, el gobierno sigue atando sus manos con regulaciones y trabas burocráticas.

El intervencionismo no solo afecta al mercado laboral. En el sector energético, la presencia del Estado ha contribuido a que España tenga uno de los precios de electricidad más altos de Europa, obstaculizando tanto a empresas como a familias. Esto, sumado a una falta de competencia real, ha paralizado el crecimiento económico y ha generado una mayor dependencia de subsidios y ayudas públicas.

La Libertad en la Naturaleza Humana

El intervencionismo, por bienintencionado que sea, va en contra de la naturaleza humana. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha luchado por liberarse de las ataduras que le han impuesto las circunstancias. Hoy, el Estado actúa como una nueva cueva, una prisión moderna que limita nuestra libertad individual, coartando nuestro derecho a elegir por nosotros mismos.

Eso no significa que el libre mercado sea perfecto. Por supuesto, el Estado debe intervenir en ciertos momentos, para corregir fallos del mercado o proteger a los más vulnerables. Pero esa intervención debe ser mínima, circunscribiéndose a lo estrictamente necesario. Porque si sacrificamos nuestra libertad en nombre de la seguridad o el control, perdemos aquello que impulsa la prosperidad y el desarrollo humano.

En definitiva, la libertad económica es el camino hacia el crecimiento. Es un sistema que respeta la inteligencia y el esfuerzo del individuo, y que ha demostrado, una y otra vez, que las sociedades que lo adoptan son las que prosperan.